Bloqueo del escritor: causas y consejos para superarlo
El bloqueo creativo en el escritor es más común de lo que imaginamos y no debe asustarnos. La clave es conocer sus causas y tener las herramientas adecuadas para enfrentarnos a él.
Ramón González — 4 julio, 2024


Suele decirse que todos los escritores han tenido que enfrentarse alguna vez en su vida a un bloqueo creativo. Supongo que es cierto, o al menos puedo confirmar que a mí me ha sucedido, y no una ni dos veces. Por otro lado, tengo un amigo escritor que asegura no bloquearse nunca, y sé que no miente. Sea como fuere, consuela saber que es algo que le ocurre a todo el mundo —salvo a mi amigo, claro.
El conocido como síndrome de la página o de la hoja en blanco es un fenómeno más o menos corriente, inherente a la actividad creativa, y que sufren no solo los escritores, sino cualquier tipo de artista. Este síndrome se da cuando el autor, por diferentes causas que más adelante se analizarán, desea escribir pero no puede hacerlo: no es capaz de arrancar un nuevo proyecto, le cuesta continuar con el que tiene a medias, ha perdido la inspiración, es incapaz de cerrar una historia… El bloqueo del escritor se puede dar en diferentes etapas de la creación literaria y puede durar semanas, meses y en ocasiones hasta años.
¿Cuáles son las causas del bloqueo del escritor? ¿Cómo se puede superar?
Las causas que pueden provocar la parálisis creativa son múltiples, y para cada una de ellas existen diferentes consejos que nos pueden ayudar. Veamos a continuación los distintos casos:
1. El escritor está sometido a mucha presión. A la hora de sentarse a escribir, el autor se siente tensionado, inhibido, agarrotado por la ansiedad. Aunque esta presión puede venir de fuera —plazos de entrega, exigencias de calidad…—, la mayoría de las veces es el propio escritor quien se pone demasiada presión y se oprime a sí mismo porque tiene miedo a defraudar, a no gustar al lector, a escribir algo que no esté a la altura de lo que de él se espera… Es decir, se exige demasiado y eso lo paraliza.
Este tipo de bloqueo es muy peligroso, y la ciencia nos explica por qué: a medida que los días y las semanas sin escribir pasan y el bloqueo se apodera del escritor, este se va sintiendo cada vez más frustrado y nervioso, más agobiado, y ese malestar se traduce en una limitación de la función del córtex cerebral, que es el lugar donde tienen lugar la percepción, la imaginación, la creatividad y la toma de decisiones. Es decir, las funciones que necesitamos para poder escribir se ven mermadas. Por ello, lo primero que deberá hacer el escritor que sufre este tipo de bloqueo será tranquilizarse y tratar de reducir sus exigencias y su nivel de ansiedad, pues poniéndose más presión lo único que conseguirá será autoboicotearse.
En resumen: estar relajados y desinhibidos es una condición esencial no solo para evitar la parálisis creativa, sino para poder escribir con la soltura y la espontaneidad que todo proyecto literario requiere.
2. El perfeccionismo. Es una causa muy ligada a la anterior. El escritor considera que su trabajo no es lo suficientemente bueno, se impone a sí mismo unos criterios de calidad muy elevados y, temeroso de no cumplirlos, termina bloqueándose.
En muchas ocasiones, este anhelo de perfección va ligado a la forma, es decir, el escritor se obsesiona con que sus párrafos, sus frases y en general cada palabra que elige debe ser perfecta, y en ese afán por hallar la palabra exacta acaba no sólo olvidándose del fondo, sino embarrándose en un ritmo de escritura lento y pesado que hace que la tarea de escribir termine perdiendo su sentido.
Es cierto que el perfeccionismo es necesario, pues el autor debe aspirar a escribir lo mejor posible y a cuidar el lenguaje que emplea, pero en ningún caso eso debe bloquear el avance de la historia que se está contando. En este sentido, el escritor debe ser consciente de la etapa en que se halla su historia, pues no es lo mismo andar trabajando aún en el primer borrador —donde no suele prestarse demasiada atención a la forma— que estar realizando la última corrección antes de enviar nuestro manuscrito a las editoriales.
Lo mejor para superar el bloqueo causado por el perfeccionismo es entregarnos a una escritura rápida, desenfadada, por qué no automática. Se trata de ser capaces de escribir dejándonos llevar. ¿Por qué no permitirnos jugar con nuestros textos? Si la perfección te obsesiona, terapia de choque: permítete escribir rápido, olvídate de la forma, date la libertad de escribir lo que salga sin preocuparte por las cacofonías, las redundancias o los adverbios terminados en -mente. Nadie va a leerlo, de momento es solo para ti, es un ejercicio, un juego; después siempre podrás corregir, reescribir o borrar lo escrito.
La clave es, por lo tanto, enfrentarnos al yo perfeccionista y censor que todo lo quiere controlar y que nos impide escribir con soltura.
3. La falta de inspiración. El autor es incapaz de encontrar ideas para una nueva obra, no sabe sobre qué escribir o cómo continuar la historia en la que está trabajando.
Si el autor quiere comenzar un nuevo proyecto pero siente que no tiene nada que decir o contar, está falto de ideas o no termina de encontrar una historia o unos personajes que le convenzan, existen múltiples ejercicios de escritura que se pueden realizar para estimular la creatividad: sesiones de lluvia de ideas (apuntar en una hoja todas las ideas que te vengan a la cabeza, por ridículas que sean), escritura automática (escribe sin pensar en nada, dejándote llevar por completo), escribir sobre el propio bloqueo, narrar los sueños que uno tiene, comenzar a llevar un diario… En resumen: lo importante es escribir, de lo que sea y como sea, para evitar que el bloqueo se instale y se acomode en nosotros. Esta es la estrategia que sigue mi amigo el escritor que nunca se bloquea: escribe siempre, de lo que sea, no se permite no hacerlo.
También, por supuesto, podemos despertar la creatividad a través de la lectura. En efecto, leer a otros escritores puede darnos ideas y estimularnos. Asimismo, leer periódicos, noticias, sucesos, etc., nos puede inspirar, sobre todo hoy en día, en estos tiempos en que la realidad parece estar superando a la ficción. También podemos, claro está, buscar la inspiración en otras artes, en los museos, en espectáculos, en la música... En realidad, cualquier cosa puede inspirarnos; se trata de estar bien despiertos, receptivos, atentos: las ideas, tarde o temprano, aparecerán.
En ocasiones, el escritor siente que una idea, un personaje o una historia empieza a tomar forma en su mente, pero esta se resiste a concretarse. Es decir, algo está luchando por salir —a veces son varias cosas a la vez—, pero no terminamos de concebirlo o de verlo con total claridad. Para estos casos, el escritor uruguayo Mario Levrero daba un consejo que siempre me ha parecido muy pertinente y que yo mismo he aplicado en alguna ocasión. Es el siguiente:
Saber qué es lo que pugna por salir es muy fácil. Te sentás en un sillón cómodo, a solas, en un lugar tranquilo, no completamente a oscuras pero sí con luces no demasiado intensas ni brillantes, te aflojás todo lo posible, dejás vagar la mente, cerrás los ojos, no te duermas todavía, y dejás que empiecen a aparecer imágenes en tu mente, sin buscarlas ni rechazar las que aparezcan aunque no te gusten o te aburran. Después de un rato, en ese desfile de imágenes encontrarás algo que te despierte especial interés o curiosidad, y en ese caso tratás de ver más del asunto, forzás un poquito, apenas un poquito, la atención en esa imagen y tratás de mantenerla un buen rato. No se mantendrá quieta, sino que se desarrollará lo suficiente como para darte idea de una historia que la contiene, aunque no sepas cuál. Entonces vas y te ponés a escribir sobre esa imagen o esa historia, sobre lo poco que conozcas, y dejás que salga el texto preexistente.
Cuando el autor se bloquea en medio de la historia que anda escribiendo, puede aplicar sin problemas los consejos anteriores, que suelen funcionar también muy bien para desatascar obras ya comenzadas.
Otra estrategia que da resultado es hacer hablar a los personajes de nuestra historia fuera del relato que se está contando; es decir, darles la libertad de salirse del marco narrativo y dejar que hablen ellos mismos, sin controlarlos. Por ejemplo, pueden escribir un diario personal, recordar algo de su infancia... Si les otorgamos esta libertad, a veces terminan por encontrar ellos mismos el camino a seguir y, en ese caso, lo único que tendremos que hacer será acompañarlos.
4. La indecisión. El escritor no es capaz de decantarse por una de las múltiples ideas o historias que tiene en mente.
Puede parecer una broma, pero no lo es. En ocasiones, lo que causa el bloqueo no es la falta de ideas, sino todo lo contrario: queremos hablar de muchas cosas, tenemos decenas de personajes y de tramas en nuestra cabeza, hay multitud de temas que nos interesa analizar… Pero no sabemos cuál elegir. A priori, esta situación está lejos de parecerse a un bloqueo, pero si somos indecisos por naturaleza o tenemos tendencia a darle muchas vueltas a la cabeza, la diversidad de opciones podría terminar por paralizarnos.
Lo mejor, para este tipo de bloqueo, es dejar de pensar y ponerse a hacer pruebas cuanto antes con las diferentes historias que tengamos en mente. Por ejemplo, cada día o cada semana podríamos abordar una de ellas, probar con diferentes estilos, hacer hablar a los personajes que más nos interesen. Cualquier cosa menos cavilar más de lo necesario, pues corremos el riesgo de terminar escribiendo solo en nuestra mente y no en el papel. Además, es escribiendo como realmente nos decantaremos por la historia que más nos gusta o conviene.
5. Circunstancias personales. En ocasiones, el bloqueo no está relacionado con la escritura en sí, sino con motivos personales del autor: un periodo con mucho trabajo, la falta de tiempo, un problema familiar, una ruptura de pareja, una época de desgana o de depresión…
En estos casos, lo más importante es tomar conciencia de que no se trata de un bloqueo creativo, sino de un impedimento de naturaleza personal o exterior. Ante todo, no debemos ponernos presión ni sentirnos culpables o frustrados por no estar escribiendo. Atravesar un periodo en que uno no escribe no significa que uno ya no sea escritor. Así que lo mejor que podemos hacer es aceptar la situación que estamos viviendo sin agobios ni presiones adicionales que en nada nos van a ayudar: nos lo tomaremos, pues, como un descanso, desconectaremos, aprovecharemos quizá para ponernos al día con lecturas atrasadas… Cualquier cosa menos fustigarnos: en unas semanas o unos meses la situación mejorará y podremos ponernos a escribir de nuevo.