El uso de la cursiva: reglas y ejemplos

¿Cuándo es obligatorio el uso de la cursiva? ¿En qué casos su utilización es opcional y depende del estilo del autor? Conocer y aplicar correctamente las normas tipográficas es siempre importante, pues hará que nuestro manuscrito cause una mejor impresión. En este artículo explico, con ejemplos claros, cómo utilizar de forma adecuada la cursiva.

Ramón González — 19 febrero, 2024

Letra cursiva
Letra cursiva

Cuando se realiza una corrección ortotipográfica, una de las cuestiones fundamentales a tener en cuenta es la uniformización de los elementos tipográficos. Uno de esos elementos es el tipo de letra, y en esta entrada me ocuparé más concretamente de la cursiva (también llamada itálica o bastardilla).

Lo primero que debemos saber es que a la cursiva se le asignan unos usos normativos que es preciso respetar; es decir, no podemos usarla como y cuando queramos, ni tampoco podemos prescindir de ella si es obligatoria. Esto parece más o menos evidente, pero ¿tan importante es respetar esos usos normativos? Sí, lo es, porque si la cursiva está empleada de manera correcta en el manuscrito que, pongamos por caso, enviamos a una editorial o a una agencia literaria, causaremos una mejor impresión a la persona que lo lee.

Es evidente que, a la hora de valorar una obra, lo que de verdad importa es lo que en ella se cuenta —debe ser interesante— y cómo se cuenta —debe estar bien escrito—. Sin embargo, no está de más que respetemos también las convenciones tipográficas, pues cuando se trata de que nuestro manuscrito tenga éxito, todo suma.

¿Cuándo debemos utilizar la cursiva?

Hechas las aclaraciones pertinentes, es el momento de listar los casos en que el uso de la cursiva es necesario. Son los siguientes:

1. Para diferenciar el significante del significado. Como por ejemplo en la frase: Epatar significa «producir asombro o admiración».

2. Para marcar los elementos de tipo metalingüísticoPor ejemplo: La palabra banco tiene múltiples significados.

3. En los títulos de las obras. Como por ejemplo en: Mi novela preferida de Céline es Viaje al fin de la noche

4. En los extranjerismos y latinismos. Por ejemplo: ¡Carpe diem, ponme un whisky! (Nota: Si el extranjerismo se repite varias veces a lo largo de la obra, algunas editoriales tienen como regla marcarlo solo la primera vez que aparece.)

5. En los usos impropios, como cuando un personaje se expresa de manera incorrecta. Es importante marcarlo —sobre todo si la incorrección es puntual—, pues así se señala que no es un error ortográfico del autor. Ejemplo: Elon Musk va a lanzar un cobete a la Luna —dijo Pedro. (Nota: Si el personaje que se expresa de manera incorrecta lo hiciera a lo largo de toda la obra, considero que sería más oportuno no marcar los errores, pues se entendería perfectamente que no es el autor quien los comete; además, el uso excesivo de la cursiva puede hacer menos agradable la lectura de un texto.)

Por otro lado, la cursiva también puede utilizarse para marcar un énfasis, un doble sentido, una ironía, un valor figurado…; es decir, para mostrar que una palabra o grupo de palabras tiene un sentido especial. Pero en esos casos no hay obligatoriedad, y el uso o no de la cursiva dependerá del gusto del autor. Personalmente, yo sí suelo emplearla para marcar énfasis —aunque no me gusta abusar de este recurso—, pero no para ironías o dobles sentidos, pues entiendo que es el lector el que debe descubrirlos por sí mismo.

También hay autores que utilizan la cursiva en citas o como reemplazo de las comillas, pero se trata, de nuevo, de una elección personal. Para estos casos, y para todos aquellos en que el autor opta por un criterio propio, lo fundamental es mantenernos coherentes de principio a fin, pues de lo contrario confundiremos al lector.

Por último, una regla que conviene no olvidar: si necesitamos destacar una palabra en un texto escrito en cursiva, utilizaremos la redonda. Por ejemplo: Al entrar en casa vi a Juan leyendo Cien años de soledad con una copa de champagne en la mano.