Cómo escribir diálogos: consejos y errores más comunes

Construir diálogos naturales y creíbles exige una habilidad especial. El escritor debe dotar a cada personaje de una voz propia, sostener la tensión dramática, manejar con precisión el ritmo y el subtexto… En este artículo ofreceré algunos consejos y revisaré los errores más habituales que suelen aparecen al escribir diálogos.

Ramón González — 24 noviembre, 2025

La escritura de diálogos puede parecer algo sencillo. Al fin y al cabo, nos pasamos el día charlando y escuchando conversaciones, así que captarlas con acierto no debería ser tan difícil. Sin embargo, la vida real y la literatura tienen códigos diferentes. Si no fuera así, bastaría con grabar una conversación y transcribirla al papel, y quien lo haya intentado —me cuento entre ellos— sabrá muy bien que no funciona, que no se dialoga igual en una novela que en la realidad.

Siempre he pensado que, a la hora de contar historias, escribir diálogos es una de las cosas más complicadas que existen. Si no se hace adecuadamente, los personajes terminarán hablando como robots; o peor aún, como versiones apenas disfrazadas del propio autor. Lograr que una conversación suene natural y verosímil es todo un arte, se necesita manejar a la perfección el lenguaje, el ritmo, la tensión, los silencios… Un diálogo logrado puede sostener una escena entera sin necesidad de añadir demasiadas descripciones; uno torpe puede hundir la historia más prometedora.

A continuación, daré algunos consejos prácticos para lograr que los personajes hablen como seres humanos funcionales —o disfuncionales, si es lo que buscas para tu historia— y no como malos actores que leen un mal guion.

Consejos para escribir buenos diálogos

1. Cada personaje necesita una voz propia.

Nada más confuso que un diálogo verbalmente homogéneo. Si las voces no se diferencian es difícil saber quién está diciendo qué, y además tus personajes parecerán clones. Como regla general, el lector debería poder identificar quién habla incluso sin los incisos del narrador. Diferencias sutiles en el vocabulario, el ritmo o la actitud deberían bastar para que cada voz se distinga.

2. Evita el exceso de formalidad.

Cuando los personajes hablan como si estuvieran en una reunión diplomática permanente, el lector desconecta, y lo hace porque no se cree lo que está leyendo. Incluso en un contexto formal, la rigidez absoluta suena falsa. Así pues, evitar el exceso de formalidad en los diálogos es esencial para que los personajes suenen vivos.

Un buen diálogo refleja la relación entre los personajes, su nivel de confianza y el contexto emocional. Por lo tanto, dos amigos nunca dialogarán como si fueran académicos en un simposio, del mismo modo que dos rivales no usarán el mismo tono que un padre y un hijo.

3. No copies el habla de la gente real.

Para inspirarte no hay mejor escuela que el cotidiano: cafeterías, transporte público, colas de supermercado... Escuchar cómo la gente se interrumpe al hablar, cómo duda o cómo deja frases a medias, te puede ayudar a captar ciertos patrones de cadencia. Sin embargo, no debes copiar lo que escuchas. Si lo hicieras, tus diálogos serían ilegibles, pues estarían plagados de muletillas —aportan realismo pero usadas en exceso desesperan— y de interjecciones como ehhh, ummm o ahhh. Además, en las conversaciones de la vida real hay demasiado blablablá intrascendente.

Como explicaba al comienzo del artículo, la realidad y la literatura tienen códigos y reglas diferentes, y por lo tanto no se puede reproducir con exactitud el modo en que hablan las personas. Los escritores saben muy bien que la literatura es una versión mejorada de la vida. Digamos, por lo tanto, que el diálogo literario es una versión refinada de la conversación real.

4. No hagas dialogar a tus personajes si no tienen nada que decirse.

Un diálogo sin propósito es ruido. Cada intercambio debe contribuir a algo: revelar un rasgo, hacer avanzar la trama, tensar una relación. Si no aporta nada, quizá no debería existir.

En la vida real ocurre, hablamos por hablar, por incontinencia verbal, por miedo a quedarnos callados. Pero, insisto, una novela o un cuento no son la realidad, de modo que tus personajes, cuando hablen, deben hacerlo para decirse algo que sea significativo para la historia. También, por supuesto, puedes hacerlos hablar para caracterizarlos, pero eso requiere un buen dominio del arte del diálogo. Mi consejo —o lo que yo aplico en lo que escribo— es que los diálogos se utilicen cuando sean imprescindibles, cuando lo que se tiene que decir no pueda ser dicho por el narrador. De lo contrario, podemos caer en errores como el que explico en el punto siguiente.

5. No utilices los diálogos como excusa para darle información al lector.

El narrador es el encargado de contarnos la historia —salvo en un relato compuesto solo por diálogo—, y por lo tanto debe ser él quien, de manera adecuada, nos informe de los aspectos de la trama que como lectores debemos conocer. Si el que nos pone al tanto de esos aspectos es un personaje durante un diálogo, hay un problema, pues sonará poco natural, y por lo tanto poco creíble, ya que estaremos ante un diálogo en el que los personajes están contando algo que ambos ya saben solo para darle información al lector. Imaginemos a dos buenos amigos que dialogan de esta manera:

—¿Por qué miras tanto el reloj?

—He quedado con Marta y se está retrasando.

—Bueno, no te preocupes, ya sabes cómo es Marta.

—Sí, lo sé bien, llevo con ella desde los dieciocho años, recuerda que tú nos presentaste.

—¡Cómo olvidarlo! Fue en el primer año de universidad, ella estudiaba en mi facultad y…

El ejemplo puede parecer burdo, pero este tipo de error es más común de lo que podría parecer. La regla para evitarlo es simple: si un dato o una información solo le sirve al lector y no al personaje con el que está hablando, no debería quedarse en el diálogo.

6. Evita los saludos y las despedidas.

Esta es otra de las diferencias entre el diálogo literario y el real: en las historias de ficción no necesitamos que nuestros personajes se saluden y se despidan cada vez que hay un diálogo. ¿Por qué? Pues porque, salvo excepciones —un primer encuentro, una cita importante— es charla insustancial y no aporta nada a la historia. Hola, ¿qué tal? Bien, ¿y tú?... Buenas tardes, ¿cómo estás? Estoy bien, ¿y tú?... Bueno, pues hasta luego. Hasta luego… Si nos empeñamos en aburrir así al lector, terminará por preferir la tediosa realidad a la tediosa literatura.

Un consejo cinematográfico nos puede ayudar: hay que entrar en los diálogos cuando ya están comenzados y salir de ellos antes de que concluyan.

7. Adapta el ritmo del diálogo a lo que la escena precise.

Los diálogos son una poderosa herramienta para acelerar o frenar una escena. Las frases cortas generan tensión y agilidad; las largas ralentizan, permiten profundizar y desarrollar ideas. Dos personajes, whisky en mano, sentados frente a una chimenea, no dialogan igual que si estuvieran siendo perseguidos por la policía. Ten en cuenta, por lo tanto, en qué situación se encuentran tus personajes.

8. Sé sutil, juega con el subtexto.

Esta vez sí, como ocurre en la realidad, lo más jugoso de los diálogos literarios no siempre está en las palabras explícitas. Un personaje que dice «me alegro por ti» puede en realidad estar pensando «ojalá te mueras». Así pues, si quieres que tus diálogos sean atractivos, deberás saber jugar con lo que no se dice, con lo que late bajo la superficie. Si lo logras, el subtexto enriquecerá tus diálogos y aportará tensión dramática.

9. Introduce silencios y gestos.

A través de lo que no dicen, los personajes también revelan deseos, sospechas, miedos… A la hora de construir diálogos, las pausas, miradas y ademanes dicen tanto como las palabras. Un gesto revelador o un silencio inesperado pueden transmitir más que un discurso entero. Pero usa estos recursos con mesura: demasiados suspiros, encogimientos de hombros o cejas arqueadas pueden convertir tu escena en un desfile de mimos extrovertidos.

10. Mantén la tensión dramática.

Para que el diálogo resulte interesante debe tener un conflicto, por pequeño que este sea. Si los personajes que dialogan se limitan a darse la razón, ¿dónde está la gracia? Es como el debate entre dos amigos con las mismas ideas políticas; en un momento dado, hasta ellos mismos puede que se aburran. ¿Y si uno fuera de derechas y otro de izquierdas? Mucho mejor, ¿no? Ojo, el conflicto no tiene por qué terminar en una pelea o en una disputa a gritos, no hace falta exagerar si la escena no lo exige. A veces basta con una leve diferencia de pareceres para crear un diálogo tenso e interesante.

11. Evita los monólogos disfrazados de diálogo.

Este error es una variante de lo analizado en el punto anterior. En este caso, tampoco hay conflicto, y no puede haberlo porque uno de los personajes que aparece en el diálogo simplemente está ahí para darle la razón al otro, le sirve de comparsa.

Si un personaje habla durante media página mientras el otro asiente como si fuera una estatua obediente, no tienes un diálogo, tienes un discurso encubierto.

12. No introduzcas los incisos con verbos rebuscados.

Es un error común utilizar en los incisos de los diálogos palabras como articuló, inquirió, profirió, declaró, explícito, etc., en vez del elegante y natural dijo. Es un error que cometen sobre todo los escritores noveles, y se debe a que consideran redundante la repetición de dijo. Pero nada más lejos de la realidad. El dijo es tan natural y está tan aceptado que ayuda a que la conversación sea percibida como real, pues al utilizarlo se logra que la estructura del diálogo sea imperceptible. Y si no, haz la prueba, coge una novela que ya hayas leído y busca en los incisos de los diálogos: encontrarás un dijo tras otro y seguro que cuando la leíste no te diste cuenta.

(Si quieres saber cómo se debe utilizar el guion largo en los incisos, puedes leer el artículo El guion largo: cuándo y cómo utilizarlo.)

Conclusión

Escribir buenos diálogos implica entender que la literatura no reproduce la realidad tal y como es, sino que la destila, es decir, la mejora. El diálogo literario exige combinar adecuadamente elementos como la voz personal de los personajes, la naturalidad, la tensión dramática o la sutileza del subtexto, todo ello sostenido con un ritmo y una fluidez que deberán adaptarse al escenario en el que se produzca el diálogo.

Por todo ello, no es exagerado afirmar que una de las virtudes esenciales del buen escritor será su dominio del diálogo: al fin y al cabo, es ahí donde su destreza narrativa se manifestará con mayor claridad y precisión.

Cómo escribir diálogos consejos
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