Los elementos clave de la novela

¿Cuáles son los principales elementos a tener en cuenta a la hora de planificar y escribir una obra de ficción? Los personajes, la historia o el narrador son algunos de los más importantes, pero no son los únicos.

Ramón González — 2 abril, 2024

libros abiertos
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La novela es un género literario multiforme, en constante evolución, difícil de acotar y no siempre fácil de definir. Como escribía Mario Levrero en el prólogo-diario de La novela luminosa: «Una novela, actualmente, es casi cualquier cosa que se ponga entre tapa y contratapa».

He de reconocer que estoy bastante de acuerdo con la frase del genial escritor uruguayo. Lo que siempre me ha gustado de la novela es que es un género libérrimo en el que puede caber todo y casi de cualquier manera, al menos en la teoría. También, claro está, uno puede elegir las formas más canónicas, que siguen vigentes. Así, en la novela uno puede llevar a cabo la experimentación más extrema o permanecer ortodoxo; se puede narrar sin trama preconcebida o planificando al milímetro el planteamiento, nudo, desenlace; se puede escribir desde una única voz o elegir la multinarración; se puede narrar en presente, en pasado, en primera, en tercera, por qué no en segunda… Con esta libertad, no es de extrañar que la novela goce hoy de una gran salud y que sea un género que parece estar muy lejos de poder agotarse.

En esta entrada me propongo analizar los elementos clave que el escritor debe considerar a la hora de trabajar en su novela. Los elementos que listaré y examinaré son los que considero más importantes, los que yo como escritor más trabajo y los que más suelo estudiar cuando realizo algún coaching literario. Sin embargo, mi análisis no aspira a ser una verdad indiscutible, pues como antes señalaba, la novela de hoy en día está por encima de preceptos y de concepciones cerradas. Hay miles, millones de formas de escribir una obra de ficción, y no existen normas ni criterios que no puedan romperse. Trataré por ello de ser lo más flexible posible en mi análisis.

Sin más dilación, estos son los elementos más importantes que un escritor debe tener en cuenta a la hora de planificar y escribir una novela:

1. La historia

La historia es aquello que deseamos contar, es decir, los acontecimientos, hechos, sucesos, recuerdos que se van a exponer y desarrollar a lo largo de la obra. La historia suele considerarse el alma de la novela, el núcleo sobre el que se definen el resto de elementos. Cuando hablamos de un libro que acabamos de leer, solemos comenzar diciendo de qué va, qué cuenta; es también, por lo común, la primera información que aparece en la contraportada de una obra, y no es de extrañar, pues es un elemento clave para saber si nos interesa o no leerla. Normalmente, la historia tratará uno o varios temas principales que pueden ser más o menos amplios: el amor, la vejez, los celos en la pareja, la venganza, el arrepentimiento…

Si sabemos qué historia queremos contar y los temas que esta contendrá, tenemos ya mucho ganado, pero no es suficiente, pues hay que saber cómo contar la historia. Para ello se deben tener en cuenta otros elementos narrativos que están directamente ligados a ella, como los hilos conductores (fundamentales para conducir el relato de principio a fin), el conflicto (¿qué buscan los personajes?, ¿qué les impide conseguirlo?, ¿a qué se enfrentan?...) o los giros (debemos ser capaces de sorprender al lector).

2. La estructura

La estructura proporciona el esqueleto de la novela, organiza la acción y la evolución de los personajes y determina cómo se desarrolla la trama. Las historias suelen estructurarse en tres partes: planteamiento, nudo y desenlace.

En el planteamiento se presenta a los personajes (y sus circunstancias) y se introduce el conflicto. En el nudo se desarrolla el conflicto: los personajes tienen que enfrentarse a obstáculos que les impiden alcanzar sus objetivos, hay giros, peripecias, sorpresas, una tensión creciente… Hasta que llegamos al desenlace final o clímax, donde se resolverá el conflicto y se cerrará la historia.

El planteamiento, nudo y desenlace pueden marcarse más o menos explícitamente, a gusto del autor, con elementos como la separación de la novela en partes o la distribución de los capítulos. Por otro lado, se debe tener en cuenta que la estructura de la novela no tiene por qué ser lineal. Así, variaciones como el in media res (la narración empieza en medio de la historia) o el in extrema res (la narración comienza por el final o por un punto cercano al mismo) pueden resultar interesantes si el autor desea salirse de la linealidad.

3. Los personajes

Son probablemente el elemento más importante. Sin personajes no hay historia, sin personajes no hay novela.

A través de sus propias luchas, triunfos y transformaciones, los personajes se convierten en compañeros de viaje para el lector, de modo que construir protagonistas y secundarios que resulten verosímiles, auténticos y sugestivos es fundamental para que la novela funcione.

Para crear bien a sus personajes, el escritor debe dotarlos de una personalidad y un carácter singulares, es decir, no pueden ser marionetas o meras comparsas, sino todo lo contrario. Deben ser complejos, tener vicios, virtudes, puntos débiles, contradicciones… Deben, en definitiva, ser como son las personas. Si lo hacemos así, si al crear a nuestros personajes los respetamos y les otorgamos la dignidad humana que merecen, tendrán una identidad y una naturaleza personal, estarán vivos y resultarán interesantes; de lo contrario, nuestros personajes serán planos y previsibles, seres de cartón piedra anodinos y sin interés.

Es importante que el escritor dedique tiempo a crear a sus personajes, y para ello debe saber cuál es su pasado, cómo piensan, cómo viven, qué anhelan, qué obsesiones y miedos tienen, qué comen, cómo duermen... Algunos escritores, para lograr conocer bien a sus personajes antes de comenzar la novela, les hacen hablar a través de un diario personal. Este trabajo previo, aunque no aparezca luego en la novela, suele ser muy fructífero, pues cuando dejamos que nuestros personajes se expresen con total libertad solemos descubrir cosas sobre ellos en las que no habíamos pensado y surgen nuevas ideas para la novela.

4. El narrador

No menos importante que los personajes es el narrador. Es él quien nos contará la historia y deberá hacerlo bien, de un modo seductor y atractivo. De lo contrario, no la terminaremos.

Una buena historia con unos buenos personajes puede resultar decepcionante si no se nos cuenta con el ritmo adecuado, si el estilo o la voz no nos cautivan o si el tipo de narrador empleado no se ajusta bien al relato. No es lo mismo narrar en primera que hacerlo en tercera, como no es lo mismo que nuestro narrador sea omnisciente, protagonista o testigo. Cada uno de ellos tiene sus códigos, y a nuestra historia, por las características que tenga, le convendrá un determinado tipo de narrador más que otro.

Así pues, la elección del narrador es esencial, ya que afecta a la perspectiva y al tono de la narración y moldea la forma en que se perciben los eventos y se interpretan las acciones de los personajes. Si no acertáramos con dicha elección, nuestra novela terminará por caerse —o como mal menor, al cabo de cuarenta o cincuenta páginas nos daremos cuenta de que necesitamos otro tipo de narrador, algo que no es tan infrecuente.

(Si quieres saber más acerca de este elemento clave de la novela, puedes leer mi artículo sobre los tipos de narrador.)

5. El marco narrativo (espacio y tiempo)

El marco narrativo es el escenario donde se desarrolla la acción, e incluye tanto el espacio físico como el contexto temporal de la historia. Desde mundos fantásticos hasta escenarios realistas, el espacio proporciona el entorno en el que los personajes interactúan, se desenvuelven y evolucionan. El tiempo, por su parte, ofrece un contexto y una limitación temporal a la historia y determina el ritmo y la cadencia de la narración.

Para construir nuestra novela necesitamos saber, por ejemplo, en qué intervalo de tiempo transcurre la acción, pues no se narra de igual manera una historia que sucede en un día que una que ocurre en una semana, un mes o un año. En cuanto al espacio, es primordial ambientar bien los lugares en que tiene lugar la historia y hacer que el lector también los habite. Si la ciudad en la que sucede la acción está cubierta de nieve, el lector deberá padecer el frío en su propio cuerpo; si la acción se desarrolla en plena canícula veraniega, deberemos hacer que sienta ese calor. A la hora de ambientar su novela, el escritor no debe escatimar en esfuerzos.